Prólogo
Anthony Carrow miraba al Rey Linnel entrecerrando los ojos. Sus dedos se
sacudían con la necesidad de enviar un rayo al culo del Rey.
Desafortunadamente, eso no salvaría a su compañero, la única razón por la
que permanecía en este reino olvidado de dioses y diosas. Linnel conocía la
clave para abrir la jaula de Silver, y si Anthony trasteaba con la cerradura,
el hechizo que encerraba a Silver mataría a su compañero.
La única forma de liberar a su compañero sería la muerte del Rey y
Anthony encontraba eso cada vez menos disuasorio. Anthony miraba a la
corte tratando de decidir quién lo haría mejor como nuevo Rey. Al final,
Linnel la fastidiaría tanto que las patéticas súplicas de su gente no serían
suficientes para protegerle de la cólera de Anthony. Anthony y Silver
vinieron para encontrar al padre de Anthony, sólo para caer en la trampa
del Rey. Hacía mucho tiempo que no sentía este nivel de impotencia.
Tenía que concentrarse en guardar la calma y no matar al bastardo que les
mantenía cautivos. La manada de Silver pronto vendría al rescate, y cuando
lo hiciesen, Anthony pulverizaría al maldito engreído.
Cuando el Rey Linnel se giró para mirarle, Anthony se aseguró de que sus
pensamientos se reflejaran en su sonrisa.
Al Rey se le cayó el vaso.
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